lunes, 9 de enero de 2012

No me llames extranjero...

"No me llames extranjero, ni pienses de donde vengo,
Mejor saber donde vamos, adonde nos lleva el tiempo..." Rafael Amor



Hace 4 meses ya que llegué a Chile, y durante las primeras 2 semanas me dediqué a enviar mi CV a diferentes fundaciones en las que me interesaba trabajar. Una de esas fue el SJM Servicio Jesuita al Migrante de Chile. Me contacté con ellos, ya que desde que estuve la primera vez en el 2009 haciendo mi voluntariado en Chile me había ofrecido al SJRM Ecuador, para que a mi regreso, pudiera hacer un voluntariado con ellos, pero mi sorpresa fue que me concedieron una beca en España, y pues mis planes cambiaron. Ahora que llegué a Chile pues tenía la intención de trabajar en el SJM, pero me respondieron que oportunidad para trabajar contratada con sueldo no había, pues no cuentan con los fondos necesarios, sin embargo, me ofrecieron trabajar como voluntaria y después de una entrevista con Gastón, que es el subdirector del SJM Chile, y la persona encargada de gestionar el ingreso y trabajo de los voluntarios, pues acepté con gusto.

El SJM en Chile es una institución que trabaja con migrantes en situación de vulnerabilidad, acogiéndolos, acompañándolos y defendiéndolos de las diferentes situaciones a las que se ven enfrentados, y funciona como guía de estas personas en cuanto a trámites legales, laborales, ayuda psicológica, talleres de idiomas y computación, etc. Existen diferentes programas que en su mayoría son desarrollados por voluntarios con la coordinación de una persona de planta, los cuales han contribuido a que sea la institución que mayor apoyo brinda a los migrantes en Chile.

En los meses que he estado apoyando como voluntaria, me he dado cuenta que el SJM es un lugar ideal para hacer voluntariado, porque el voluntario es escuchado y apreciado según sus habilidades e intereses y tiene la oportunidad de opinar, sugerir, discrepar y participar con ideas nuevas. La misma política que tienen de trabajo con la gente que atienden, la tienen con los voluntarios que son respetados, acogidos y escuchados por el personal de planta.

En este poco tiempo he aprendido mucho y me he llegado a identificar de manera más cercana con las personas para las que trabajamos, al reconocerme migrante y estar también en la búsqueda y desarrollo de mi proyecto migratorio en Chile. Si bien es cierto la vulnerabilidad no es la misma, ya que yo he podido estudiar, y mi nivel económico me permite estar en mayor competitividad laboral que la mayoría de las personas que vienen al SJM en busca de ayuda, pero las pérdidas que sufre el migrante (el duelo migratorio o síndrome de Ulises), de las que tanto habla Gastón son las mismas, sólo que en diferentes niveles. La pérdida de la historia personal, porque acá en Chile nadie me conoce, y tengo que yo misma darme a conocer y formarme un nombre; La pérdida de las referencias, porque tampoco yo conozco a nadie ni nada que para mí represente la seguridad de algo; La pérdida de la cultura, porque al inmiscuirme en una nueva cultura, en algún momento va a chocar con la mía y mis palabras mi costumbres, mi lenguaje, mi forma de proceder acá se anulan porque al ser otra cultura no funciona de la misma manera; La pérdida de mis redes que la forman mi familia, mis amigos, la gente que me puede recomendar, y que ahora está lejos; Y la pérdida de mi dignidad, porque al sentirme sola e invalidada en los otros aspectos de mi vida, siento que no valgo o no merezco lo que merece la gente del país en el que estoy. Dentro de todas estas pérdidas también influye el hecho del país del que vengo, porque muchas veces, migramos por intentar tener una mejor calidad de vida, a un país que se encuentra mejor económicamente y la interacción con la gente de estos países mayormente desarrollados es más difícil por este motivo también.

Acá en Chile viven más de 350 mil migrantes que vienen sobretodo de Perú, Argentina y Bolivia y la mayor dificultad en muchos casos en la interacción con los chilenos, por ser una cultura distinta, y porque ninguno de los dos grupos tienen la intención de acoger al otro, aprender de su cultura y compartir riquezas, si no que la primera relación que se da es en una atmósfera de crítica e intolerancia a lo "distinto", y de un sentimiento de invasión a la tierra de otro y de patriotismo separatista que más que unir a la gente, siempre genera una brecha que nos hace distanciarnos más entre personas de distintas nacionalidades o razas.

El trabajar en el SJM me ha ayudado a ser más abierta, a poder a estar más atenta a los "choques culturales" que se producen cuando vives en medio de otro país o cultura que no es en el que has crecido, y a poder ser más tolerante con las diferencias y a tomar todo con mayor humor y como un aprendizaje. Ser migrante no es fácil para nadie, pero siempre que tengamos la disposición de ser más abiertos y acoger al otro, descubriremos como la diferencia entre "ellos" y "nosotros" son solamente las que estemos dispuestos a crear o derribar.